martes, 7 de noviembre de 2017

Presentación MI HAMBRE NEGRA - José Gabarre 11/11 a las 19:00 h.

Mi hambre negra es la afirmación como poeta de José Gabarre que con este poemario nos propone un recorrido por las paradojas de lamuerte y el deseo. 

Participan
José Gabarre,
José Antonio Conde
Fran Picón

Manuel de la Fuente Vidal 
Pablo Delgado 


 
Litoral, el verso es la hebra que pespuntea los límites del sujeto en una operación que une y separa al mismo tiempo. El cuerpo, constantemente sometido a torsiones y flexiones, está cincelado. Sin corte, no hay cuerpo. Se nace partiendo de una muerte: la palabra mata la Cosa, diría Lacan. El lenguaje, pues, es la piel que contiene un cuerpo que no se sabe, pero que lo aprehende: «Nadie ha determinado hasta aquí lo que puede un cuerpo», dice Spinoza.
      El amor y la muerte no bailan solos. Ambos danzan en espiral (¿sacacorchos?) ya desde el nacimiento.  Freud, al compás de Die Weltweisen, de Schiller, concluye en su metapsicología: La vida está pinzada entre la pulsión de muerte y la pulsión de vida. En Semmering, así se lo hizo saber, en 1930, al poeta George S. Viereck: «La muerte es la pareja natural del amor. Juntos gobiernan el mundo (…). —Y prosigue respecto a la importancia capital del amor—: En la actualidad sabemos que la muerte es igualmente importante». Eros crea insistentemente sobre la destrucción.
       Este movimiento pulsátil (sístole-diástole) escribe la vida. Como girando sobre un mismo eje, en un movimiento de vaivén, la mima fuerza que une y construye, separa y destruye. La vida, así, es un Momento que se explica por la efectividad de una fuerza (hambre) para cambiar el estado de la rotación del cuerpo. Entonces el hambre puede ser todo y puede ser nada. Puede ser amor y destrucción. El amor sacia el hambre. El hambre es un amor que clama, es un cuerpo sexuado que demanda; pero también es dolor y culpa: se mata de hambre, se muere de hambre; se tiene hambre de guerra. Hay mucho que transitar, pues, para sentir hambre… como mínimo haber sido alguna vez amado; pero también hace falta mucha destrucción para hablar del amor. La destrucción o el amor, titula Vicente Aleixandre un poemario.
      En Mi hambre negra, José Gabarre escribe sobre el Momento de esa fuerza, —el hambre—, y de la aceleración angular que provoca en el cuerpo, (siempre cuerpo significante), constantemente sometido a torsión y flexión. Es un texto atípico —por eso necesario—, nada amable —luego arriesgado—, sólo apto para lectores activos, dispuestos al reto, implicados —no condescendientes—, dispuestos a seguir las pistas, con una posición encabalgada entre lo lúdico del juego metafórico y el jugársela (tal vez como uno se juega la vida). Vida que se gana, vida que se pierde. Entonces, jugándosela, uno se afirma y se aferra a la vida.