SÁBADO 25/11 a las 19:00 h.
Definida por el catedrático de Bellas Artes Manuel Cabello como
“modernidad con olor a museo”, la pintura de Ana Sancho es para muchos y
para ella misma, un poco inclasificable.
Los libros han sido mi mayor fuente de inspiración. Ya de niña solía dibujar los personajes de los cuentos y libros que leía. Leer y dibujar eran mis dos grandes pasiones y una forma precoz de fugarme de la realidad. Personas que pintan y escriben que conozco coincidimos en que así huimos del tedio y la monotonía, de una realidad que no nos gusta y no podemos cambiar, pero podemos inventar. Y de paso, huimos del trágico hecho de que solo podemos vivir una vida, estar en otras pieles, otros lugares, otros escenarios.
Ana Sancho Comenzó a pintar en la década de los 80 de la mano de la pintora Ángeles Ruiz de la Prada, completando su formación entre la Escuela de Artes y Oficios y el Círculo de Bellas Artes, ambos de Madrid. Descartados los circuitos de galerías y canales oficiales para dar a conocer su obra, decidió no vivir del arte, pero seguir pintando a su ritmo y a su aire, en su taller de Lavapiés. Ajena a modas, tendencias y pretensiones de triunfar, encontró en la pintura un complemento espiritual a su profesión en el sector social. Siempre ha buscado espacios alternativos en los que colgar su obra para un público que no se acompleja a la hora de hablar de sentimientos ante un cuadro, y que no necesita entender de ARTE, simplemente sentir que aquello le transmite algo. Fascinada por pintores de todas las épocas y asidua visitante a grandes y pequeños museos y galerías, utiliza la figura humana como base y pretexto para recrear paisajes y atmósferas, evolucionando desde una pintura oscura y nostálgica con un cierto aire “alemán” (años 80/90) hasta un estilo actual personal y reconocible fruto de una gama personal de colores y el desarrollo de una técnica lenta y laboriosa que busca en el contraste de claros y oscuros en una iluminación casi teatral, la sensación de atemporalidad y la ausencia de referencias actuales.
La temática se basa en un mundo personal en el que predomina la presencia de la mujer, con una clara intención feminista que no siempre es bien reconocida. Personajes que casi siempre pretenden trasmitir sensación de algo, sea el placer de la soledad o de la compañía, el desamor, la desilusión o la esperanza, y a veces la complicidad con el que mira el cuadro, pero que sin duda no son otra cosa que fugas de una realidad que a simple vista nos parece vulgar u monótona, pero que contiene elementos extraordinarios. Busca la inspiración en los libros, los viajes, el cine y la música, sensaciones que luego interpreta en un contexto de paisaje humano. Sus influencias son una lista interminable que comenzó en la infancia ojeando los libros de pintura de su abuelo: Prerrafaelitas, simbolistas, expresionistas, surrealistas y otros independientes que ella clasifica como realismo “mágico” con el que se siente más identificada. Desde favoritos como Marc Chagall, Ángeles Santos, Frida Kahlo, Tamara de Lempicka o Remedios Varo hasta algunos actuales como Mark Ryden o Banjamin Lacombe. Todo ello le conferido un estilo propio en el que -casi nunca- falta el sentido del humor.