En la BIBLIOTECA IVÁN DE VARGAS.
Lectura política y sobre los desafíos de su puesta en escena
Coriolano es la obra más política de Shakespeare.
Añadiríamos que quizá sea la más inteligente también.
La obra enfrenta a dos fuerzas irreconciliables: el general Cayo
Marcio Coriolano, con su odio y desprecio al pueblo, y este manipulado
por los tribunos populares.
La lucha se agudiza y se convierte en un apasionante juego de espejos
dentro del marco turbulento de una ciudad dividida por el odio social y
político. Coriolano, después de luchar por su país, quiere ser cónsul,
pero necesita los votos de los ciudadanos. Un hecho que se aviene mal
con su carácter que le llevará al destino trágico del héroe.
Felizmente, no podemos hacernos una idea cabal de hacia cuál de los dos
bandos se inclina la voluntad del autor. Y esa indefinición permite que
la obra interese al público más amplio.
La traducción de Eusebio Lázaro refleja certeramente el estilo lacónico
cortante de piedra y bronce del texto más brillantemente razonado de
Shakespeare.
Coriolano pertenece a una secuencia interna en la producción dramática de William Shakespeare conocida como las Obras Romas. Julio César inicia esa secuencia continuada por Timón de Atenas y Antonio y Cleopatra. Sin embargo, Coriolano
forma parte de una «ecuación trágica» compartiendo ámbitos estilísticos
e imaginarios con las grandes tragedias de Shakespeare. En Coriolano se procederá a la creación de un proceso anticlimático desde la perspectiva de la secuencia mítica de las obras romanas.
Para la escritura de Coriolano Shakespeare se basó principalmente en la «Vida de Cayo Marcio Coriolano» que aparece en las Vidas paralelas
de Plutarco, que le llegó al autor a través de una versión francesa
traducida a su vez al inglés. Shakespeare consigue crear un héroe a
medio camino entre la humildad y el orgullo extremos, un héroe mucho más
complejo e interesante dramáticamente. En Coriolano no hay un
solo culpable, no hay arrepentimiento. Podemos admirar en ella al héroe
militar y al hombre que al anteponer los sentimientos del individuo al
interés público que sirve se encamina a la catástrofe personal salvando
el interés general.