Acompañan al autor Javier Gil, Lola Andrés y Manuel Turégano
Al pasear el sujeto pierde y extraña su yo lírico —por definición enajenado— disolviéndose en sus propias palabras. Los lectores y las lectoras compartimos con nuestros pasos el viaje-travesía de esta Casa de locos: Pasen y vean...
vean al sonámbulo donde se aúnan las mentes. Acompañamos al doble de Leopoldo María Panero en su monólogo interior en Mondragón, al de Virginia Woolf camino del río mientras Leopold duerme (¿se apellida Bloom?), al de Van Gogh en su espejo, etc .
[...] es una poesía rigurosa, bien estructurada, consciente de la ceniza de los duros límites extralingüísticos, pero también sabedora de que, bajo la tentadora carne, el tuétano sabe mejor.
(Pere Císcar)