Acompañarán al editor el filólogo y poeta José Manuel Lucía Mejías y el cómico Dani Llull
«Este es uno de los libros más disparatados que he visto; todo él se
reduce a fanfarronadas, o fieros, como se denominaban en siglo XVI, de
poquitísima gracia, malditísimo gusto y peor lenguaje.»
De la corrección ortográfica nos hemos ocupado en la medida de lo
posible, a la vez que hacíamos la adaptación a la grafía actual, pero en
cuanto al contenido no podemos estar de acuerdo con la opinión de
Salvá. Es solo una muestra de que no es verdad que sobre gustos no hay
nada escrito, aunque ya sabíamos que sobre disgustos están las
bibliotecas llenas. ¿Qué nos vamos a encontrar y por qué resulta tan
ofensivo para este bibliógrafo?
Aparentemente, se trataría tan solo de una recopilación de bravatas, o fanfarronadas, del siglo XVII que en muchos casos se asemejan, por fórmula y longitud, a un chiste. Sin embargo, constituyen prácticamente un género en sí mismas. Estas rodomuntadas eran pronunciadas por uno de los personajes prototípicos de la Commedia dell'Arte y serían los textos usados originariamente por los actores de estas compañías para facilitar el aprendizaje de su repertorio.
Las pequeñas ediciones (habitualmente en formato octavo, similar al que aquí presentamos) eran los denominados libros de faldriquera (de bolsillo), que permitían un traslado y una consulta fácil, y a buen seguro eran utilizados, como muchos libros de refranes o ingenios, para lucirse soltando alguna anécdota en las reuniones cortesanas. Pero, además, servían para aprender idiomas de manera amena.
La profusión de ediciones por toda Europa lo convierten en un verdadero superventas del siglo XVII.
Aparentemente, se trataría tan solo de una recopilación de bravatas, o fanfarronadas, del siglo XVII que en muchos casos se asemejan, por fórmula y longitud, a un chiste. Sin embargo, constituyen prácticamente un género en sí mismas. Estas rodomuntadas eran pronunciadas por uno de los personajes prototípicos de la Commedia dell'Arte y serían los textos usados originariamente por los actores de estas compañías para facilitar el aprendizaje de su repertorio.
Las pequeñas ediciones (habitualmente en formato octavo, similar al que aquí presentamos) eran los denominados libros de faldriquera (de bolsillo), que permitían un traslado y una consulta fácil, y a buen seguro eran utilizados, como muchos libros de refranes o ingenios, para lucirse soltando alguna anécdota en las reuniones cortesanas. Pero, además, servían para aprender idiomas de manera amena.
La profusión de ediciones por toda Europa lo convierten en un verdadero superventas del siglo XVII.