Contaremos con la presencia
del autor y la presentación de Mario Domínguez
A menudo, la imagen que se
tiene de la tortura en nuestros contextos remite a algo esporádico que atañe
únicamente a una serie de sujetos, los torturadores, que se han extralimitado
puntualmente. Frente a esta lectura autocomplaciente, este libro trata de
argumentar el modo en que la tortura responde a una práctica político-punitiva
que está incrustada en el funcionamiento del aparato estatal. Ello no supone
admitir que estemos ante una práctica sistemática pero sí que el ejercicio
punitivo del estado ha habilitado las condiciones de posibilidad para su
ejercicio. Desde esta consideración, se abre una exigencia para dar cuenta de
ella allí donde acontece. Ello requerirá transitar por las geografías de la
tortura, los distintos espacios que articulan el área de privación de libertad
gestionada por el estado, pero también por aquellas subjetividades sobre las
que se proyecta, unas subjetividades que encarnando la amenaza y/o la exclusión
quedan marcadas por su torturabilidad. Confrontarnos así con la inquietante
cercanía de la tortura, despojarla del silenciamiento que la envuelve, de la
individualización que la circunscribe al torturador. Pensar la permanencia de
la tortura, sus violencias simbólicas y materiales, para articular por último
una crítica incondicional de la misma.