Presenta: Jordi Doce
Quien se acerque ahora a las historias de El tesoro real quedará igualmente cautivado por el modo en que Francisco León es capaz de transformar la realidad que nos rodea en atrayentes alegorías sobre la condición humana, en misteriosas parábolas de nosotros mismos.
Desde sus inicios en la escritura ha habido en Francisco León, junto al poeta, un narrador, un fabulador. Me refiero a una modalidad, una clase concreta de imaginación: aquella que es capaz de transfigurar cualquier acontecimiento, y hasta cualquier objeto de la vida cotidiana, e integrarlo en una historia —grande o pequeña— en la que se enlazan y desenlazan los destinos humanos. Todo lector que se haya acercado a los relatos de Instante en Lucio Fontana (2015) o Reptil con piel de jade (2019) no ha podido menos que quedar seducido por una imaginación hecha de datos muy precisos y de asombrosa inventiva, una inventiva que jamás pierde de vista la realidad inmediata. Quien se acerque ahora a las historias de El tesoro real quedará igualmente cautivado por el modo en que Francisco León es capaz de transformar la realidad que nos rodea en atrayentes alegorías sobre la condición humana, en misteriosas parábolas de nosotros mismos.