Intervienen:
Marta Luengo, Consejo Editor de El salto y Colectivo
Burbuja; Antonio Sanabria, profesor de Economia Aplicada en la UCM y
miembro del blog Colectivo Novecento; César Roa, autor del libro
El siglo XIX fue testigo de un intenso proceso de destrucción de
regímenes comunales agrarios a lo largo de todo el mundo. Como reacción a
su expolio, diversas plataformas y movimientos políticos cuestionaron
la primacía absoluta de los derechos de propiedad individual en el
campo. Puede denominarse como “populismo agrario” a unas sensibilidades
que enarbolaron la defensa de la propiedad en común de la tierra y un
desarrollo social y económico a partir de bases campesinas. Para muchos
de sus contemporáneos, estas propuestas estaban condenadas al fracaso.
Frecuentemente, se reprochaba a este populismo una idealización de las
comunidades rurales, cuando en realidad hervían en su seno tensiones
sociales muy agudas. Sin embargo, con todas sus limitaciones, sus
defensores tuvieron una intuición correcta y plenamente actual: de Henry
George a Joaquín Costa, de Élisée Reclus a Piotr Kropotkin, de los
naródniki
rusos a los agraristas mexicanos, desde los más variados contextos
geográficos e históricos, siempre ha sobrevolado la convicción de que la
tierra es un factor limitado, no reproducible ni comercializable. Y es
que como sostiene César Roa, la sabiduría de los regímenes comunales
agrarios ha consistido precisamente en descubrir y atesorar otras formas
de ocupación del territorio, recordándonos lo que compartimos como
especie humana.