EL OJO TÓPICO
Pecios de una Atlántida cotidiana
Artífices y presentadores
Eugenio Castro
Marcos Isabel
Eloy Santos
Mal
de mirada. No es más que otro de los males que aqueja al ser humano en la era
del paroxismo hipervisual.
A
sabiendas de que este mal de mirada no solo es sociológico (colectivo), sino
también individual (subjetivo), al ser humano le cabe el orgullo de negarse a
aceptar sus prerrogativas y rechazar toda la resignación que vehicula, actuando
contra la pasividad que promete -siguiendo su lógica invasiva- el capital
hipervisual.
Así que, frente a ello, algunos nos reclamamos
de una ecología del mirar -una economía de la mirada-, para lo que consideramos
prioritario que el ojo recupere su actividad tópica.
Si en medicina se aplica tópicamente un remedio para
curar un mal determinado, en nuestro caso no se trataría tanto de aplicar al
ojo ningún remedio medicinal, sino hacer del ojo el curandero en sí mismo,
aplicándose él en el lugar de su contemplación, de su interrogación.
Dedicamos
nuestro primer número a las estatuas de piedra, creaturas que pertenecen
indefinidamente tanto a lo humano como a lo inhumano, a lo vivo como a lo no
vivo. Continentes de un sueño apresado en la piedra o bien de un hechizo que
espera ser conjurado, las estatuas nos interrogan siempre desde su pedestal,
acaso a la espera de una respuesta que les libere de tal condena, deseosas de
bajar a tierra y contagiarse con las vicisitudes humanas, o, desdeñosas de
nuestra arrogancia, para afirmarse en su condición. En último término, su
condición suspensiva y su capacidad de alusión permanente a nuestra disposición
imaginativa las convierte en huéspedes, o anfitrionas, ideales de nuestra
andadura.