sábado, 30 de abril de 2011

Taller de Dibujo - JESUS PLACENCIA

Aprender a mirar
La realidad no es como la ven nuestros ojos. Los objetos no son más pequeños a medida que nos alejamos de ellos, ni cambian de color según reciban una luz u otra. Nuestro ojo los percibe con cambios de tamaño y color, pero es sólo la forma en que nuestro sentido de la vista lo atrapa. Nosotros, en nuestro cerebro, restituimos esta información y, ayudados por experiencias previas, nos hacemos una idea del tamaño, textura y color de los mismos.

El ojo funciona como una cámara oscura, cámara de fotos para entendernos: la información del exterior entra por un pequeño agujero y se proyecta, como en una pantalla de cine, en el fondo del órgano de visión, y de ahi comienza el proceso de restitución antes aludido.

Es en esa restitución en la que quiero indagar con este taller. El dibujo es una actividad que hace físico el proceso de representación de la realidad, y la forma de dibujo en occidente desde el renacimiento tiende a representar la realidad lo más parecida posible al proceso de visión del hombre. Tan así es, que con la aparición de la fotografía, la pintura clásica de estudio perdió razón deser: si queríamos tener una representación lo más fiel de la realidad, un retrato por ejemplo, era mucho más sencillo y más exacta una fotografía. Y el pintor tiró por otros caminos, desde el impresionismo en adelante. Pero eso es otra historia...

Cada cultura tiende a expresar su visión del mundo, y la representación gráfica del mismo entra en esta individualización: en la nuestra, la imagen “fotográfica” es la gran protagonista, de hecho no desde la aparición de la fotografía sino, como decía antes, desde el renacimiento, y hasta la imagen del ordenador, el 3D y lo que venga.

Y ahí se ha producido una confusión: parece que la forma de “mostrar la realidad” de la la imagen fotográfica o televisiva es la misma que la forma de ver de nuestro ojo, y no es exactamente así: el ojo funciona como un angular del 50, las cámaras manejan angulares de entre 28 a 300, con lo cual la mayoría de las veces no coincide la visión que nos transmite la cámara con la del ojo: el campo de visión abarcado, la deformación en ojo de pez etc; la iluminacion resultante de las imágenes fotográfica suelen ser producto de luces artificiales, del maquillaje de los personajes, es decir, de una escenografía, que es a lo que remite en ultima instancia la imagen fotográfica; por no hablar de los retoques digitales en la época del ordenador... Esto lleva a una sublimación de la realidad, y a una consecuente insatisfación con la misma: si nuestro modelo imaginario de mujer es la que suele aparecer en las portadas de las revistas, todas estamos irremisiblemente gordas; pero es que las personas que aparecen en esas imágenes no sólo son personas, son actores de la escenografía antes aludida; es decir son ficción; no realidad; pero nos creemos y/o nos hacen creer que sí la es.

Sin pretender transformar el taller en una terapia, sí es cierto que el aprendizaje del dibujo nos puede llevar a estar más en contacto y conocer mejor una realidad que recibimos falseada día a día; podremos ser de esta forma más conscientes del espacio y de la realidad que nos rodea; y por tanto, podremos participar en ella de forma más orgánica, no como meros espectadores.

El acto de mirar implica una participación activa en el análisis de la realidad; el acto de ver por contra, conlleva una pasividad ante la información que entra por nuestros ojos: Nosotros “vemos” la tele, no “miramos” la tele, salvo que queramos dar a entender que observamos el objeto “tele”. Es en el acto de mirar en el que quiero profundizar con el taller, conocer cual es su funcionamiento; a qué leyes obedece, cómo podemos poner a prueba nuestra percepción del mundo exterior mediante su reflejo en el papel.

Hoy día parece que la forma de representación “realista” se cierra en el campo de la fotografía, cine y ordenador, estando un tanto desprestigiada la re-presentación de la realidad por medio del dibujo, como si ejercitarlo supusiera la aceptación de un concepto, clásico-realista de la actividad dibujistica.

La intención de este taller es más bien utilizar el dibujo como herramienta, no como fin. Por supuesto que una de las finalidades de dicha actividad puede ser el tomar la representación realista como el fin a conseguir, y ello es tan loable como cualquier otra intención creativa en la vida, pero pretendo que, no rechazándolo sino englobándolo, abarquemos un poco más; que el taller sea un diálogo entre la realidad y nuestra forma de representarla, y que en ese díalogo ejercitemos no sólo la actividad dibujística, sino nuestra comprensión del espacio, y el uso de esa información para desarrollar no sólo una actividad creativa-artística, sino, literalmente, aprender a mirar.



Jesús Placencia