El siglo XXI no necesitará videntes sino exégetas. Necesitará rapsodas en lugar de carros de combate. Mentes luminosas que sepan desentrañar de entre los manuales de Historia lo errado en el proceder humano. Lo que nos interpela ahora no es un futuro incierto sino aquellas certezas en las que confiábamos y no son verdad. Llevamos demasiado tiempo aceptando dócilmente la apariencia como realidad legítima.
En respuesta a esta secuencia de situaciones límite, inabarcables para el entendimiento humano, en la que el pueblo ucraniano está seriamente comprometido, y a modo de canto de amor frente a la barbarie, Hojas de Hierba Editorial recupera para el lector en castellano la obra de Józef Wittlin Mi Leópolis, porque como el propio Wittlin diría «Nuestro rito será alegre, porque no resultaría apropiado ponernos solemnes y tristes loando a la ciudad de la alegría tal como, hoy día, la ve, la oye y casi la toca con sus
manos nuestra nostalgia». Acaso porque queremos pensar que un canto de amor es lo que quedará grabado más hondo y durante más tiempo en la memoria de los hombres.