Escribo aquí porque la voz se ha desbocalizado, dice Itxiar Rozas en ‘Beltzuria’ (Enclave de Libros). La identidad de la propia voz, su fisicidad, su capacidad para hacer narración de sí misma cada vez tiene menos territorios en los que ser escuchada.
Pero hay voz. Voz que conforma el testimonio.
El poder de ese testimonio, de esa voz, se proyecta en la capacidad de cada uno de nosotros de traducir a su manera aquello que percibe, de ligarlo a su aventura singular (intelectual, pero también existencial) que nos vuelve similares al otro. Hay una voz que habla y una comunidad que escucha, que se apropia de la historia.
La constante presencia de las víctimas en la vida pública, de sus textos, de sus reivindicaciones, de su dignidad, coloca al testimonio en el centro de las miradas. El testimonio facilita la proyección soberana de la lógica representativa: la legitimidad de quien cuenta –el testigo que objetiva lo visto y lo oído de forma irrefutable– detenta la potestad para crear un espacio de visibilidad donde la comunidad puede reconocerse. El testimonio, así, está íntimamente ligado a la necesidad de contar historias, es decir, al arte de componer una acción que logre actualizar, ordenar y disponer todo lo que supone ausente. Pero el uso masivo e indiscriminado del testimonio lo ha pervertido.
Siguiendo el punto de vista de Rancière en ‘El espectador emancipado’, ofrecer un testimonio no condicionado por la búsqueda de la identidad o el martirio tanto de los individuos como de los colectivos se hace posible en el horizonte de una praxis política que opone al ideal de la palabra en acto una escritura que no conoce ordenamiento ni jerarquía y en el que no resulta posible restaurar de manera unívoca el tránsito entre olvido y memoria, pasado y presente.
El beneficiario final de esta transformación es la comunidad, que pasa a ser percibida como el resultado de un proceso en el que una determinada afrenta inicial es transformada en un cuerpo histórico cuya esencia sobrevive en el tiempo y sirve de ejemplo para las generaciones futuras.
Desde Enclave queríamos proponeros dos escuchas en torno a la voz.
La voz de quienes se tuvieron que ir. De todos lados nos llegan noticias sobre temas de inmigración. En 2017 llegaron a España 532.482 inmigrantes; 1.500 personas, 64 niños, han muerto tratando de llegar a Europa este año; la guerra en Siria, un conflicto que dura más de siete años, ha provocado alrededor de seis millones de refugiados, más de la mitad de los cuales se encuentran en Turquía… pero ¿qué tienen que decir ellos? Invitados: Rubén Arribas, moderará la mesa. Ha participado en algunos proyectos relacionados con las migraciones, como en la edición de Frena el rumor (2012) y en la grabación de «Los tesoros que traemos». Además de colaborar con ‘Un puerto que cambia’ (sobre la inmigración contemplada y analizada desde distintos ángulos), actualiza un blog sobre libros, ‘Aviones Desplumados’. Saïd El Kadaoui. Nació en Nador (Marruecos) en 1975 y vive en Cataluña desde los 7 años. Licenciado en Psicología y máster en Psicopatología y Psicoterapia psicoanalítica trabaja como psicólogo en el Hospital de Día de adolescentes de Gavá. En 1997 ganó el premio Huarte de San Juan por el trabajo de investigación “El Laboratorio de Experimentación Psicológica del Grupo Benéfico”. Docente del master en Relación y Comunicación Intercultural (Atlàntida, professionals per la interculturalitat y UAB) y del posgrado sobre Salud Mental en Inmigrantes, Refugiados y Minorías (UB). Los principales ejes de su investigación: salud mental en contextos de migración e identidad, adolescencia y migración, etc. Consuelo Triviño, (Bogotá, 1956), narradora y ensayista colombiana. Acaba de publicar Transterrados (Calambur). Radicada en España ejerce la docencia universitaria, participa en proyectos de investigación y publica artículos y libros sobre autores y temas hispanoamericanos. Actualmente está vinculada al Instituto Cervantes. Actualmente colabora con el suplemento cultural ABCD las Artes y de las Letras del diario ABC.
