La textura metálica del dolor
Alberto Cubero y Leandro Alonso
presenta Eugenio Castro
El poeta, Alberto Cubero, le ha entregado al pintor, Leandro Alonso, su escritura. Y éste ha procedido reescribiendo pictóricamente el texto y buscando de este modo lo otro de la escritura original de acuerdo con sus diferentes apariencias: con ojo adiestrado y sensibilizado, el pintor ha seleccionado la parte del texto (de una palabra, o para mejor decir, de una letra) en la que ha encontrado la mayor reciprocidad con la totalidad del poema, (eso otro que le altera) y extrae de él sus facetas ignotas.
Por otra parte, quisiera hacer hincapié en el otro aspecto crucial de este poemario, y es que, desde su mismo título, ya hemos sido advertidos de que no hay lugar para la propia conmiseración, pues se toma el dolor como un hierro candente al que ha sido preciso mitigar templándolo, porque estimo que no se le ha llegado a enfriar, lo que intuyo no ha sido el propósito del autor. Éste ha empleado una alquimia particular para realizar esa operación, como ha sido la de extrovertir la sustancia del daño y darle una forma verbal que contenga su difícil comunicabilidad y su elemental experiencia. Asumido ese dolor, la tarea consistirá en acerar la palabra que le haga justicia: la justicia de su presencia y la justicia de su expiación. Porque el dolor es inolvidable, siempre permanece. Estigma testimoniado en el poema; estigma visualizado en la pintura. El dolor ha quedado escrito e inscrito. Es tiempo que labra el corazón: duración que trastorna. Pero bien es cierto que, aun su minado y su insoportable persistencia, no deja de ascender un impulso de vida como exorcismo invencible, porque verdaderamente esa sublevación vital llega a ser capaz de sustraer a uno de tal enajenación. Eugenio Castro (del prólogo del libro)