participan: Mario Domínguez, profesor de sociología de la Universidad Complutense y los editores
El anarquismo «pragmático» de Colin Ward constituye, en sus propias palabras, una larga y actualizada «nota a pie de página» a El apoyo mutuo de Piotr Kropotkin (1902). Durante años trabajó de forma militante para difundir su personal forma de entender el ideal libertario llegando a la convicción de que la mejor forma de promoverlo consistía en partir de la experiencia de las redes de relaciones informales, temporales y autogestionadas, por encima del rechazo total de la sociedad existente o de la prefiguración de alguna sociedad futura, en la que una humanidad diferente viviría en perfecta armonía.
Según él, el anarquismo es esencialmente una teoría de la organización y una forma de «desesperación creativa» que debe partir desde la conciencia de los límites tanto del hombre como de cada sociedad, para afirmar, a pesar de todo y también contra todo, su rechazo, desafiando a la realidad con propuestas activas, concretas e imaginativas con el fin de fundamentar una realidad distinta.
En la base de esta concepción reside la discusión más de fondo sobre los objetivos de la acción, ya que, para Ward, «un objetivo que sea infinitamente distante no es un objetivo, es un engaño». La polémica se dirige así tanto al estatalismo propio de ese pensamiento marxista y comunista que, en su fracaso global, ha envilecido la historia del movimiento obrero como a buena parte del pensamiento anarquista que se ha alejado de la realidad, arrinconándose en un utopismo, en muchos casos, pasivo y autorreferencial, por inalcanzable.
Frente a esto, la opción de Ward se dirige a «liberar» el presente, revalorizando las mejores inclinaciones: la cooperación, el libre acuerdo, el apoyo mutuo, la solidaridad activa. Para él, «la elección entre soluciones libertarias y soluciones autoritarias acontece en cada instante y en cada forma» y además está convencido de la preexistencia desde siempre de una sociedad anárquica, que se organiza sin autoridad. De ahí la metáfora de la anarquía como «una semilla bajo la nieve, enterrada bajo el peso del Estado y su burocracia, el capitalismo y su derroche, los privilegios y sus injusticias, el nacionalismo y sus lealtades suicidas, las diferencias religiosas y su separatismo supersticioso».
Su interés hacia las formas de acción directa es constante: el resurgimiento de reivindicaciones para el control desde abajo, el movimiento para la desescolarización, los grupos de autoayuda terapéuticos, los movimientos de ocupación de viviendas, las cooperativas de vecinos y de consumo, los sindicatos autónomos etc.; así como las organizaciones comunitarias de cualquier tipo imaginable como las actividades de autoconstrucción (como por ejemplo las favelas de los países pobres de América Latina, África y Asia), o los proyectos para el comercio local (los LETS, Local Exchange Trading Schemes).
Esta mirada pragmática y «cercana» que caracteriza toda la actividad política de Colin Ward nos parece su mayor legado. En este punto, es evidente el nexo común con las nuevas formas de organización horizontal de los movimientos actuales, desde los indignados hasta Occupy, desde las revueltas árabes a los grupos de producción y consumo autogestionados, desde las huertas urbanas a las asociaciones vecinales, desde los movimientos contra los desahucios a la ocupación de viviendas y centros sociales.
Citando a Landauer «el Estado no es algo que pueda ser destruido por una revolución, es una condición, una relación entre los seres humanos, un modo de comportamiento humano; lo destruimos estableciendo nuevas relaciones, comportándonos de modo diferente≫. En nuestra opinión, el trabajo de Colin Ward lleva inscrito en su mismo hacer cotidiano la herencia del pensamiento libertario más puro y el desarrollo de ese afán de construcción vital desde abajo que urge a las puertas de la crisis sistémica del capitalismo. Una urgencia que, igualmente, clama por superar también, al haberlas convertido en inoperantes, determinadas oposiciones históricas entre anarquistas «pragmáticos» y anarquistas «utópicos». La asombrosa proximidad de Anarquía en acción con las prácticas de los nuevos movimientos globales surgidos en oposición a la mortífera descomposición de la democracia neoliberal nos convencieron de su necesidad.
Este libro es pues un pretexto para desesperados creativos.