“Qué hacemos con el trabajo” en Enclave de Libros
David García Aristegui.
El próximo miércoles 22 de mayo vuelvo de nuevo a Enclave de Libros, donde en los últimos tiempos he asistido y participado a algunas de las charlas más interesantes que se han organizado en Madrid. En esta ocasión presento un libro colectivo, cuyo título resumido es Qué hacemos con el trabajo. Esto de los títulos resumidos acabo de descubrir que es un auténtico peligro, os explico por qué.
En esta era de dispositivos móviles, redes sociales y comunicación instantánea algo le está pasando a nuestros cerebros. La gente lee cada vez menos, y cuando lo hace, parece que lo hace de manera distraída. Un ejemplo: el título completo de “Qué hacemos con el trabajo” es en realidad “QUÉ HACEMOS para que las diversas formas de trabajar sean coherentes CON nuestras necesidades y no sea el mercado quien decide qué y cómo es EL TRABAJO”.
Comento el título completo porque constato con horror que en las entrevistas que me han hecho y conversaciones que he tenido no es sólo que no hayan leído el libro (ej., 72 páginas) o alguno de los artículos-resumen que hemos hecho, es que ya no se lee la solapa ni el título completo. Hasta yo que soy daltónico leo correctamente la portada del libro con las letras en dos colores, y detecto perfectamente que es una crítica al mercado. En concreto, a ese mercado en el que se vende y se compra esa mercancía tan peculiar que es la fuerza de trabajo.
Así las cosas, al quedarse la gente sólo con la simplificación de “Qué hacemos con el trabajo” se tiene a pensar que este libro colectivo es un manual de instrucciones para Impresoras 3D. Sí, un manual para fabricar en casa una máquina del tiempo y poder regresar a esa (supuesta) arcadia feliz que era España en el 2007. O a lo mejor no es un problema de comprensión lectora o pereza, es otra cosa. A lo mejor el problema es el miedo.
Cuando he intentado hablar de que hay que acabar con el llamado mercado de trabajo -o, si se prefiere, con el trabajo asalariado- rápidamente se plantea el “Qué hacemos con el paro”, o más concretamente, se piden soluciones concretas e inmediatas para las seis millones de personas paradas. Es decir, la receta para que el máximo de esas personas puedan volver a tener cuanto antes alguna actividad alienante, precaria, pésimamente remunerada y con la que poder seguir consumiendo a crédito.
Al reflejar uno de los temas centrales del libro como es la reivindicación de los trabajos no remunerados e invisibilizados por el capitalismo -pero imprescindibles para su superviviencia- se nos pregunta por el dinero que haría falta para pagar esos trabajos. Ni una palabra sobre si es “financiable” el modelo actual, agotado económica, política y medioambientalmente, pero al que se le intenta salvar la cara hablando de una “crisis” o “estafa” en el mejor de los casos.
Y cuando denunciamos como se han pulverizado durante años al sindicalismo y la acción colectiva en todos los sectores existentes rápidamente salta a la palestra la versión progre del emprendizaje, el celebérrimo cooperativismo, pero sin una sola alusión a cosas tan razonables como es el tomar el control de los medios de producción. Al menos todavía no me he encontrado con nadie que me diga lo de “rememos” o “todos tenemos que arrimar el hombro”, parece ser que he tenido suerte.
“Qué hacemos con el paro” es un libro muy incómodo. No va a gustar a la izquierda institucional, porque refleja a las claras que ya es indistinguible del (neo)liberalismo económico, salvo en algunos matices. No va a gustar al sindicalismo -mayoritario o alternativo- porque evidencia que jamás se han planteado mínimamente en todos estos años el acabar con el trabajo asalariado, jugando a gestionar (mal) las migajas que ha ido dejando el sistema. Y no va a gustar al 15M, ensimismado por un lado en el ruido de las redes sociales por un lado y deslumbrado por la celebración mediática de la lucha contra los desahucios de pequeños propietarios de viviendas. El primer ministro de vivienda de España fue el falangista José Luis Arrese, que dijo en los 60 aquello de “queremos un país de propietarios y no de proletarios”. Parece ser que lo consiguió.
Trabajo son todas las actividades que se llevan a cabo en una sociedad y que contribuyen a su reproducción y sostenimiento. Capitalismo es el sistema que vampiriza ese trabajo y depreda toda la vida y recursos que hay en el planeta. ¿Hablamos el miércoles 22 en Enclave de todo esto?