Acompañan al autor Ignacio Castro Rey y Martín Rodríguez-Gaona
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El asesino en serie más brutal de la historia de Argentina se hacía la
ilusión de que realizarían una película basada en su vida, dirigida por
Quentin Tarantino y protagonizada por Leonardo DiCaprio. Su caso, como
tantos otros tratados en Los impostores, muestra una descomunal
necesidad de reconocimiento.
Estas extrañas y aberrantes formas de
hacerse visible ante los demás surgen en un momento en que las palabras
parecen insuficientes para proporcionar la conciencia de tener un lugar
en el mundo. La principal carencia de estas vidas tiene que ver con una
merma en su facultad de hablantes. Su propio lenguaje se muestra
limitado a la hora de dar un sentido a sus vidas. No pueden contar con
las palabras para encontrarse a sí mismos ante los ojos de los demás.
Víktor Skhlovski relaciona la pérdida en el uso pleno de la palabra con
las dificultades para el reconocimiento: Hablamos un miserable lenguaje
de palabras no dichas a fondo. Nos miramos a la cara pero no nos
vemos. Por ello puede haber gente que necesite gritar en lugar de
hablar, pegar en vez de acariciar. En palabras del colectivo Tiqqun:
Acaso la búsqueda de sensaciones fuertes' y de vivir intensamente'
que parece ser la razón vital de tantos desesperados logra distraerlos
de la tonalidad afectiva fundamental que les habita: el tedio. En un
mundo dominado por los hechos, este ensayo es un intento por recuperar
la soberanía de la palabra. No es posible la libertad del hombre sin la
previa libertad de sus palabras.